Dios es uno solo en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En el Credo profesamos la fe en «Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos… Dios verdadero, de la misma naturaleza del Padre, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación, se hizo hombre».
1- Jesús es Dios y hombre verdadero. El Dios-Hijo, o sea, la segunda Persona de la Santísima Trinidad, se encarnó en las puras entrañas de María. De manera que en Jesús encontramos la unión de dos naturalezas: la naturaleza divina y la naturaleza humana, en una sola Persona, que es la segunda Persona de la Trinidad, o sea, el Hijo de Dios Padre. El Hijo de Dios se unió al hombre Jesús desde que éste fue concebido en el seno materno; o sea, desde la anunciación del Arcángel Gabriel a María. De manera que el Hijo de Dios se sometió a un proceso de gestación en el vientre de María, y a un nacimiento natural.
La Segunda Persona de la Santísima Trinidad, o sea el Hijo que existe desde siempre, asumió en Sí mismo, la naturaleza humana de Jesús, hace 2000 años. De ahí que Jesucristo sea, al mismo tiempo, Dios verdadero y hombre verdadero. Es lo más asombroso que ha sucedido en la Historia. Si tú crees esto, eres cristiano. La segunda Persona de la Trinidad, el Hijo, existe desde siempre; pero Jesucristo, que es el Hijo hecho hombre, tiene fecha y lugar de nacimiento.
«En Cristo habita la plenitud de la divinidad corporalmente» (Col 2,9-10). Significa que cuando Jesús dice ‘yo’ es la segunda Persona de la Trinidad quien dice ‘yo’. El hecho de que Jesucristo sea, al mismo tiempo Dios y hombre, es el presupuesto para que su entrega amorosa total, por nosotros hasta la muerte en la cruz, tenga efectivamente valor salvador universal. Si Jesús no fuera Dios y hombre verdadero, su muerte no tendría poder salvador. Y la resurrección no habría sido posible. En cambio, ahora, los seres humanos tenemos acceso a Dios Padre: unidos a Cristo, podemos ser hijos de Dios junto con él, y podemos participar de su naturaleza divina.
Las palabras y las obras de Jesús son palabras y obras de Dios mismo; y por eso llevan en sí la plenitud de la verdad sobre todas las cosas.
2- Es distinta la fe cristiana, de las creencias de las otras religiones. En otras religiones, el ser humano camina, entre acierto y errores, buscando a Dios a tientas, con sus propios medios, los cuales resultan insuficientes para un objetivo tan elevado. En cambio, es Dios mismo quien sale al encuentro del ser humano: Dios se revela, se da a conocer. De forma que la fe cristiana consiste en acoger la verdad revelada por Dios a través de Jesucristo y puesta por escrito en la Biblia.
Los textos sagrados de otras religiones pueden contener elementos positivos. Pero, libros propiamente inspirados por el Espíritu Santo, son únicamente los de la Biblia. Los libros del Antiguo y Nuevo Testamento tienen a Dios como autor y enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso revelar para nuestra salvación.
3- Jesucristo es el único Señor y Salvador. “No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos” (Hechos 4,12). “Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos” (1Timoteo 2,4-6).
Esto no impide que María, la madre de Jesús, pueda interceder por nosotros delante de su Hijo, como sucedió en las Bodas de Caná (Juan 2,3-9).